Me derrumbe como una metálica piedra, desvaneciéndose desde lo alto de la cumbre. Una sonrisa se dibujo en su rostro, pronunció extraños sonidos, extraídos de lo profundo de su garganta, en una lengua indiferente.
La luna se pronunció absoluta sobre mí, era el final de mi noche, y era exquisito; una lluvia de sentimientos me sobrecogió, y como una espina, éxtasis, la amargura, y una extraña sensación de embriagadora felicidad, me perforó. Porque, el acero había alcanzado en mí, adquirir la ansiada libertad.
El helado abrazo de la muerte, en un minuto todo se desvanecía, mi fuerza abandonando mi cuerpo, y por un segundo, sentir mis entrañas intentando escapar. Mía esta la sangre que surgía y, que hora bañaba la espada; el dulce néctar de la emoción, había llegado a su cúspide. Era todo, lo único que quedaba de mi existencia, de mí ser, era la eterna libertad que por tanto tiempo había anhelado, romper las cadenas de la sumisión.
El lieto fine, se mostró en su esplendor, el acero se desintegró en la tierra, y mi sangre y mi cuerpo se hicieron uno con la tierra purpúrea. Mis ojos aun abiertos, pero mi mente abandonando completamente la tierra, el cristal se apagó, y también lo hizo mi consciencia.
PARTE I
PARTE II
lunes, 11 de julio de 2011
Lieto Fine
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