Estaba solo en el medio del bosque, mi temperatura estaba aumentando, la adrenalina aceleraba mi ritmo cardíaco. Ya no tenía más a donde correr, pronto vendrían a por mí; porque sin lugar a dudas seguirían mis pisadas, verían el reguero de sangre, encontrarían las ropas sucias y rasgadas, y con ellas enviarían a los sabuesos tras mío.
Tantee el suelo en busca de mi espada, su hoja aun estaba afilada, la sangre impregnada en ella aun estaba fresca, mis ojos refulgían al sentir su hedor.
En la oscuridad de la noche, entre la soledad del bosque y el frío otoñal, mi compañera me demandaba más; algo en mi cabeza resonaba, diciendo que si sed no había sido saciada.
Fue entonces cuando tome mi decisión, me sostuve en un árbol, y por un minuto cerré los ojos y dejé de respirar, inhale profundamente, y cuando los ladridos llegaron a mis oídos, corrí hacia ellos. Con todo mi ser deseaba enfrentar mi destino. Mis ojos se abrieron cual los de una fiera; su semblante cambió, supe que se preguntaban que debían hacer. No lo dudé desenvainé mi espada y le dí la satisfacción que llevaba horas exigiéndome. Comencé a escuchar el tintineo que producían los aceros al chocar, la adrenalina y la endorfina aumentó; algunas espadas se clavaron en mi carne, las arranqué y lancé lejos, partí algunas de sus hojas, sabían que ella no me defraudaría. Aunque mi sangre se escapaba por las heridas, no sentí dolor alguno, por esa noche, por ese momento me había convertido en una bestia sedienta de sangre y emociones. Éramos solo nosotros dos y estaríamos juntos hasta el final.
Cuando el último calló, exhalé esa bocanada de aire, que había estado sosteniendo, durante esas dos horas de lucha. Pero mi ser seguía sediento, ella aun reclamaba sangre, y algo que me decía que no había terminado.
Era verdad, el bosque se llenó de una espesa niebla, mis ojos comenzaron a derramar lágrimas; entonces el viento se agitó durante un segundo, giré mi cuerpo, y su espada chocó contra la mía; sus ojos eran negros como esa interminable noche, y su rostro era nulo, pues no había expresión alguna. La furia se desató, comencé a arremeter contra él...
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