...Su espada no caía, la mía no lograba rozar su piel, su sonrisa no aparecía; todo en mí volvió a temblar. Recordé sus cuerpos en la tierra; las ansias de libertad habían provocado que desgarrara su carne, el vacío en mí me había hecho correr, el extásis de mi primera muerte, me había vuelto insensible a mi propio dolor.
Pero cuando sus ojos negros se cruzaron con los míos, furíosos,una vez más observé su rostro carente de esxpresión, entonces sentí odio y repulsión, hacía ese ser que no me temía ni tampoco me odiaba, sólo luchaba contra mí, sólo chocaba su espada contra la mía.
Y si bien, comencé ha sentir el dolor, y la fuerza comenzaba a abandonar mi cuerpo,una vez más blandí mi espada; porque algo en mí indicaba, que él sería una respuesta a mí eterno vacío. ÉL era mi DIOS, peleaba por el placer de la lucha, no por el olor a ssangre, no por su existencia.
Fue exquisito todo en esos minutos, lo fue, alcancé el final; desterré al miedo y al dolor, desaparcí mi existencia física.
Luego de varios choques su espada, el helado acero, se hundión en mi carne, cortando cada parte de mi cuerpo; esta vez fue mi sangre la que manchó su rostro, y la llenaba el aire de mi hedor...
PARTE I