martes, 31 de agosto de 2010

La muerte de mi espada

...Su espada no caía, la mía no lograba rozar su piel, su sonrisa no aparecía; todo en mí volvió a temblar. Recordé sus cuerpos en la tierra; las ansias de libertad habían provocado que desgarrara su carne, el vacío en mí me había hecho correr, el extásis de mi primera muerte, me había vuelto insensible a mi propio dolor.
Pero cuando sus ojos negros se cruzaron con los míos, furíosos,una vez más observé su rostro carente de esxpresión, entonces sentí odio y repulsión, hacía ese ser que no me temía ni tampoco me odiaba, sólo luchaba contra mí, sólo chocaba su espada contra la mía.

Y si bien, comencé ha sentir el dolor, y la fuerza comenzaba a abandonar mi cuerpo,una vez más blandí mi espada; porque algo en mí indicaba, que él sería una respuesta a mí eterno vacío. ÉL era mi DIOS, peleaba por el placer de la lucha, no por el olor a ssangre, no por su existencia.
Fue exquisito todo en esos minutos, lo fue, alcancé el final; desterré al miedo y al dolor, desaparcí mi existencia física.
Luego de varios choques su espada, el helado acero, se hundión en mi carne, cortando cada parte de mi cuerpo; esta vez fue mi sangre la que manchó su rostro, y la llenaba el aire de mi hedor...

PARTE I

sábado, 19 de junio de 2010

Las garras...y el filo

Estaba solo en el medio del bosque, mi temperatura estaba aumentando, la adrenalina aceleraba mi ritmo cardíaco. Ya no tenía más a donde correr, pronto vendrían a por mí; porque sin lugar a dudas seguirían mis pisadas, verían el reguero de sangre, encontrarían las ropas sucias y rasgadas, y con ellas enviarían a los sabuesos tras mío.
Tantee el suelo en busca de mi espada, su hoja aun estaba afilada, la sangre impregnada en ella aun estaba fresca, mis ojos refulgían al sentir su hedor.
En la oscuridad de la noche, entre la soledad del bosque y el frío otoñal, mi compañera me demandaba más; algo en mi cabeza resonaba, diciendo que si sed no había sido saciada.
Fue entonces cuando tome mi decisión, me sostuve en un árbol, y por un minuto cerré los ojos y dejé de respirar, inhale profundamente, y cuando los ladridos llegaron a mis oídos, corrí hacia ellos. Con todo mi ser deseaba enfrentar mi destino. Mis ojos se abrieron cual los de una fiera; su semblante cambió, supe que se preguntaban que debían hacer. No lo dudé desenvainé mi espada y le dí la satisfacción que llevaba horas exigiéndome. Comencé a escuchar el tintineo que producían los aceros al chocar, la adrenalina y la endorfina aumentó; algunas espadas se clavaron en mi carne, las arranqué y lancé lejos, partí algunas de sus hojas, sabían que ella no me defraudaría. Aunque mi sangre se escapaba por las heridas, no sentí dolor alguno, por esa noche, por ese momento me había convertido en una bestia sedienta de sangre y emociones. Éramos solo nosotros dos y estaríamos juntos hasta el final.
Cuando el último calló, exhalé esa bocanada de aire, que había estado sosteniendo, durante esas dos horas de lucha. Pero mi ser seguía sediento, ella aun reclamaba sangre, y algo que me decía que no había terminado.
Era verdad, el bosque se llenó de una espesa niebla, mis ojos comenzaron a derramar lágrimas; entonces el viento se agitó durante un segundo, giré mi cuerpo, y su espada chocó contra la mía; sus ojos eran negros como esa interminable noche, y su rostro era nulo, pues no había expresión alguna. La furia se desató, comencé a arremeter contra él...